24 sept 2009

Trafalgar Square

Era un día como otro cualquiera. La plaza rebosaba de turistas, manzanas mordisqueadas y colillas revolcadas en su propia ceniza. Las nubes permitían al sol iluminar al coronel de vez en cuando, de momento no hebía necesidad de tormenta.
Yo me sentaba tranquilo, con el estómago lleno, esperando que los ácidos dentro de mí hicieran efecto sobre la lechuga casi podrida del bocadillo. Un hombre liaba su cigarrillo sin prisa, mientras su silueta se dibujaba sin permiso en el cesped. Un momento de serenidad, de esos en los que no cabe la búsqueda de un fin, solo la espera. El hombre fumó su pitillo y se levantó, con cierto aire de sospecha. Al rato, un muchacho señaló a su pareja el pavimento donde antes se apoyaba el fumador, y leyeron con avidez. Se acercarcaron viandantes atentos, y pronto se formó una multitud alrededor de lo que parecía un dibujo con una inscripción, sin palabras, solo símbolos que llegaban a lo más hondo del cerebro. Preocupados, comenzaron a llamar a sus familias por teléfono. Se acercó una furgoneta gris, de la que salieron unos hombres trajeados que acordonaron la zona. Los cimientos de la National Gallery temblaron. Turistas curiosos miraban por encima del hombro...

Era una grieta cuyo fondo no somos capaces de tocar.

3 comentarios:

Laura Gómez Recas dijo...

Me gustó.

Pero destaco esto:

"Un momento de serenidad en el que no cabe la búsqueda de un fin, solo la espera." Cómo explicar la sensación de esos momentos. Lo has conseguido perfectamente.

Un abrazo,
Laura

Anónimo dijo...

Cata a Buck que me he enrollao un poco

SeaSirens dijo...

Migul!! Por fin!!
Me alegro de tu vuelta, muchísimo.
Me gusta que hables de tus estancias en Londres, porque me encanta esa ciudad.
Aunque hagas de ella, un interesante micro.

"Las nubes permitían al sol iluminar al coronel de vez en cuando, de momento no hebía necesidad de tormenta".
Para mi, esta es una frase que compone parte de la historia de Trafalgar Square.

Impresionante.

Un fuerte abrazo y no tardes en volver!