8 feb 2009

La Dolorosa I

En mi barrio las ventanas son como espejos, las calles anchas, rectas, sin espacio para el delirio. Un mar de edificios camaleónicos que lo mismo se vuelven día como noche, reflejando los últimos vestigios de un sol agónico, un sol en peligro de extinción. La sombra que proyectan es inmensa y marca el camino a seguir, mientras la luz lucha, con un ataque de rabia, impotencia, desesperanza.
Mi vida durante el día se reduce a cuatro paredes y una ventana minúscula para poder respirar, cuyas vistas fueron absorbidas por el teclado hace tiempo. No descanso, no quiero tiempo para mí porque sé que lo desperdiciaría, la única tregua que me permito es conducir a través del enorme puente que separa la oficina del cuchitril donde vivo. Ese puente me ayuda a sobrevivir, me hace sentir libre mientras cruzo el océano deprisa, el viento rozando la cara y la música en la radio que no deja de sonar. Me dejo llevar por ritmos palpitantes y entonces dejo de pensar en las teclas que me absorben; negras como el alquitrán que queman las ruedas del automóvil a su paso. Siempre necesité del mar, pero ahora que lo tengo, intento no prestarle atención, paso de largo para que no se acostumbre a mí, que guarde la paz que me tiene preparada para otra ocasión, no la quiero.
No quiero viajes ni descanso, con el calor de la estufa abrasándome las piernas en contraste con el frío antártico que asoma por la ventana me basta. He alcanzado el equilibrio, el cambio, el ciclo que me arropa a todas horas, y por nada del mundo saldría de ese torbellino de humo negro. O eso me gustaría creer. No tengo tiempo para pensar, y eso me ayuda, pero últimamente mi cabeza descarga una nube de palabras contra la almohada. Hace una semana que no puedo dormir, no concilio el sueño; y cuando por fin mi conciencia se rinde al subconsciente, la tregua no dura más de dos horas, por lo que me levanto frenéticamente cansado a base de café solo.

-Dígame lo primero que se le ocurra.
-Flores en un jardín circular rodeado de agua. Un mar con playas de arena blanca, cocaína quizás. La libertad de un preso. El primer rayo de luz que le ciega al salir.
-Es suficiente.
El psiquiatra no me ayuda, no logra someterme a su hipnosis, no puede penetrar hasta el fondo de la materia gris. Quizás fuera más fácil con un martillo hidráulico, le dije. Se echó a reir y me recetó unos somníferos al tiempo que repetía una y otra vez que tenía una agenda muy apretada. Claro que estaba apretada, los hoyos del campo dejaban el tratamiento de brotes psicóticos para otra ocasión. No volví. Esa misma noche tiré todas sus sucias pastillas al váter tras intuir un dulce sabor a placebo. Me arrepiento de haber entrado en su despacho, de haber olfateado ese asqueroso olor a consulta, de haber tenido un momento de debilidad y haber creído que pudiera necesitar ayuda. Me siento sucio. Ya no tiene sentido la máscara de indiferencia que cubría mi rostro, marca de bienestar disimulado. Tengo que exteriorizar mi agonía, pero no sé cómo. El calor se hace insoportable. Todo mi cuerpo rezuma suciedad. No puedo seguir pegado al colchón, necesito dar un paseo, necesito cambio.
La necesito.

15 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Las ventanas, más que espejos, son dedos que arañan. Magnífico el monólogo. Como veo un I, espero con ganas el II.

€_r_i_K dijo...

A veces la Fé por si sola no es suficiente,debe de ir acompañada de parte de algún exfuerzo de nuestra parte, ponernos en marcha sin esperar a que nos devuelvan el anillo como un Golúm, nos ayudaría......

Salu2sssss.....

Viperina dijo...

Puede que llegar hasta el fondo sea la unica forma de coger impulso para salir a flote. ¿Habrá una parte II? En ese caso, la espero con ansia...
Besos.

Anónimo dijo...

Hola,

Gracias por seguir mi blog de libros. Me acaban de pasar un meme y te he nombrado porque se trata de un concurso y tal vez te interese. Si no, no pasa nada,

Un saludo.

Alejandra Menassa dijo...

Está vez John Dos Passos, Faulkner, Henry Miller, me recuerdas mucho a los escritores norteamericanos de aquella época. Que además, leo siempre con placer. Disculpa pero no me pasa con todos los textos que leo, me sucede más con los tuyos, que me remiten a otros, creo que es porque están bien escritos. Un saludo

ASOCIACIÓN SOCIOCULTURAL ATAMAN dijo...

Me gustó eso de tirar las pastillas al vater , es un buen comienzo , un beso

Allek dijo...

me han encantado tus palabras... saludes..

Cabeza de Hierro dijo...

Fantástico texto.
Es maravillosa la sensibilidad que derrochas para expresar estados de ánimo tan complejos. Casi diría que rebasas con la palabra el umbral de sensaciones expresables por conceptos.
Iré poniéndome al día con el resto de entradas de este recién descubierto blog. Seguro que la aventura me vale la pena.

PD: Espero que no te importe, pero voy a adscribirme a tus seguidores y a enlazar este blog desde el mío propio.

Anónimo dijo...

Magnífico relato, muy bien escrito, gracias y saludos.

Pilar García Puerta dijo...

Te dejé el otro día un comentario en la entrada general del blog bohemia y me parece que se borró. Decía que me gustaba el fianl.Saludos.

josé lopez romero dijo...

La soledad de las teclas y una pantalla a la que confiamos mucho de nuestras vidas hace mella en cualquiera, lo mejor es salir y cambiar las cuatro paredes con urgencia por una escena abierta de campos o al menos de calles con gente "diluviando", eso me pasa hoy, amigo y espero remediarlo. Mi afecto

Anónimo dijo...

Profundo y muy bien escrito; has descrito perfectamente el "rollo hamster", metido en la rueda de rutina, en su jaula, dando vueltas a lo mismo, aburrido; unos cuantos paseos fuera de la prisión y un cambio radical...
Genial.

Un beso

mojadopapel dijo...

Tu estado de ánimo es un espejo,lo combato con hiperactividad o me subo al monte a respirar...no sé si te valdría...tu relato si me sirve a mi.

Miguel Ángel García González dijo...

Lo del monte es bastante tentador si

Caselo dijo...

Muy buena terapia, la mejor, echarse a andar solo después de esa visita al siquiatra. Calro, ahora sí puedes celebrar ese insomnio que nació de ese puente que cuelga y te une con el mar. Por supuesto el recorrido nocturno de la continuación de este post, no te lo recetaría ningún profesional cómodamente sentado en su escritorio.

Un abrazo

Carlos Eduardo