3 feb 2014

Pez Oriental XXVIII

Mira por donde que sí me apetece pernoctar en la escena que me propusieron esta mañana. Hace un frío que pela así que me he tenido que abrigar bien, y entre el gorro bien calado y una bufanda gorda de lana solo puedo ver a través de una pequeña línea, es decir, ni suelo ni cielo, sólo de frente; veo pelillos de lana sintética recorriendo mi visión, balanceándose a mi paso, recordándome sueños absurdos e inconexos de gente que critica mi forma de relacionarme con los demás, no se a que viene eso. El caso es que voy caminando siguiendo la dirección que me indicó un señor muy majo que me encontré en el paso de cebra, y me explicó que ese paso de cebra separaba el centro de la ciudad de lo que ya no era ciudad, porque aquí al parecer no hay suburbios, más allá sólo hay naves abandonadas y campo escarchado. La escarcha es blanca, y siempre me he preguntado por qué, si no es más que agua congelada, en fin, que sigo, cruzo el paso de cebra y subo por un puente de piso rojo, como los suelos de las canchas de baloncesto, si te caes te raspas la rodilla con dolor cítrico. El puente sortea la via del tren, no es un puente convencional, es la carretera que se eleva haciendo una colina, altura perfecta para que el viento te refriegue su frío sin cortapisas. Por mi parte he hecho los deberes de cintura para arriba, unas cuantas capas, abrigo bufanda y gorro, pero de cintura para abajo se me olvidó llevar el precavido pijama por debajo de los pantalones. Llevo las pantorrillas en carne erizada, gallina pura. Y efectivamente, termina el puente y sólo la continuación de la carretera asfaltada te recuerda que sales de algo más grande, vistoso y poblado, porque lo demás son todo casas viejas abandonadas y en ruinas, naves industriales inactivas, una gasolinera que no funciona y pequeños detalles que estremecen un poco, como unas siluetas pintadas en la pared con aerosol negro, sombras de vete tú a saber qué criaturas moradoras de esas paredes desconchadas y cubiertas con uniforme cemento marrón (es marrón, sí, debieron de echarle un tinte o algo así). Decido no seguir la carretera porque me parece lo más obvio, y me inmiscuyo en el hábitat natural de tribus silenciosas que en vez de canibalismo practicaron funambulismo hasta que el bamboleo de sus sombras en la pared se materializara, así viven mimetizados, porque no les gusta el paisaje poblado de gente, ni si quiera de su propia carne. Ventanas rotas, cascos de botella antigua y cosas que de día podrían ser divertidas pero que ahora no quiero tocar por si acaso aparece la enfermedad, que ya sabemos que la enfermedad se escurre por la sangre y se alimenta de ella, como un mosquito succionador de los gordos, portador de problemas. No quiero problemas pero sí un poco de riesgo y sigo dando vueltas, y claro, me pierdo. Un poco queriendo, reflexiono, porque podría haber seguido la carretera tranquilizadora y algo me dice que habría llegado sana y salva a la función, pero esto es más divertido sin duda. Me desoriento y queriendo llegar a la carretera me encuentro con yerbajos y tierra, nada de asfalto, y claro, sé que más allá de esos yerbajos no voy a encontrar la carretera de nuevo, nunca los había pisado, pero es igual, mi cabecita lo convierte en atajo indispensable. Menos mal que esta ciudad está bien delimitada por el río, y me encuentro en la parte norte que es la segura, así que me topo con agua y como no quiero mojarme, aunque mi cabecita me sigue recomendando seguir por el bien del atajo, me doy la vuelta. Paso los cristales y los cascos de botella, las casas destartaladas, los restos de una tribu que quizás nunca existiera pero sí sus siluetas y... La carretera sigue sin aparecer. Es como si me hubiera metido en otra ciudad distinta, no puede ser. A un lado río, a otro lado nada, creo que cualquier lógica ordenada y orientada se resentiría bastante con esto, pero bueno, al menos oigo unas voces a lo lejos, recuerdo que el señor comosellame del casting me dijo que lo encontraría por las voces, así que sigo.

1 comentario:

José Vicente Martín Payán dijo...

cuidadito con las voces... je je