5 dic 2013

Pez Oriental XVI

Artista: Radiohead. Álbum: Ok Computer. Pista 7.
Ahora paso cerca de mi antiguo instituto y me cruzo con un grupo de chicos que me parecen sorprendentemente pequeños. Antes no me impresionaba tanto porque yo era como ellos.  Me acuerdo de  lo que pasé allí, la gente que conocí, el grupo, los amigos. Yo me habría reído si me hubiera cruzado con un enajenado corriendo con mallas y cascos. Quizás no le hubiera dicho nada, pero sí me habría reído a posteriori. Como mucho un “¡corre Forest!” para reafirmarme delante de la gente y probar que tengo huevos y no me importa hacer la picia, pero cuando ya estuviera un poco alejado. Sigo y el disco de Radiohead me emociona. Paso por el instituto tres veces a la semana pero nunca como ahora. Los chicos están saliendo, un tío fumando con coleta me recuerda a no se quién y el disco sonando. Me emociona, que le voy a hacer, soy un marica, a veces miro al cielo y digo “qué bonito está el cielo”, y mis colegas se ríen de mí, pero qué le voy a hacer. Sigo corriendo, esta vez por las baldosas blancas y me cruzo con un grupito de tres chicas. Casi me choco con una, he tenido que hacer un quiebro por el césped, y ellas se han reído con esa risa que es tan diferente de la risa del grupito de chicos que he pasado antes. Y también me recuerda claro. 
Las chicas me han hecho enfilar una calle que a veces odio y otras me enamora, porque al fondo se ve la purísima, iglesia de cúpula muy parecida a la de la catedral, pero más nueva. Y esta vez no me ha aplastado la idea del sufrimiento cristiano: venga sigue, uf, sólo te queda la última recta, dale un poco más que ya casi estás en casa, ya verás que bien te sientes cuando llegues y te des una buena ducha de agua caliente. En el fondo eso del sufrir por sufrir es contraproducente, al final siempre hay que buscar razones extrínsecas. No. Esta vez me ha enamorado, y no he tenido tiempo para reflexionar mucho sobre ella. Sólo la miraba mientras corría y me he visto a mí mismo desde fuera, corriendo, escuchando Radiohead sin necesidad de aguantarme alguna lagrimilla de emoción, resultado de una epifanía metaficticia, porque al estar corriendo no se me nota. El llanto se confunde con suspiros de macho, producto de la cantidad de kilómetros recorridos. Así que me he dejado llevar y me he visto formar parte de la historia. Me he sentido más personaje que persona, y claro, cuando eso a rozado la experiencia cercana a la muerte he girado por mi calle y he seguido a lo mío, conservando esa emoción, muy parecida a cuando estás en un sueño y te das cuenta de que sueñas, y de que puedes volar o preguntarle a la gente qué se siente al formar parte de un sueño, de MI sueño. Con esa emoción en la cabeza no me ha costado nada recorrer la última calle antes de llegar a casa, unos segundos menos para mejorar mi récord, chúpate esa científico-experto-en-dopaje, tengo la solución para que Contador gane el año que viene; y he llamado al timbre, quitándome los cascos. Hay que reconocer que la magia se había disipado un poco, un bajonazo, pero todavía quedaban rescoldos, y cuando me ha abierto la puerta he sentido que ella también era parte de la historia, y he querido que el diálogo tuviera un poco más de intriga:
-Hola, ¿a qué huele tan bien?
-Estoy haciendo bizcochos de plátano macho.
-¿Bizcochos de plátano y?
-De plátano macho.
-¿Macho?
-Sí, de plátano macho.
-¿Plátano y chocolate? 
-No, solo plátano.
-Ah. Pues huele bien.

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