9 sept 2013


No se si me gustan las pantallas. Demasiadas opciones, demasiadas posibilidades, demasiada poca tranquilidad. Le salen cables, y si te acercas la pantalla al regazo como si fuera un animal de compañía amistoso, los cables le atan y hacen que la casa parezca llena de trampas, como un templo maya, como las trampas que ponía el protagonista de Apocalipto a sus enemigos. Eso sí me gusta. Mel Gibson no se si me gusta del todo. Que la funda del sofá sea ocre y mareante, a veces me gusta, otras no. La tranquilidad de cerrar la pantalla del ordenador, la posibilidad de hacerlo cuando me apetezca, eso me gusta, pero me asusta la posibilidad de abrirla y que salga de su hibernación tan rápido, dispuesto a contentarme. Leí hace poco que los escritos inspirados a las cuatro de la mañana cuando te levantas sin poder dormir nunca hay que corregirlos. Yo tampoco pienso corregir los de las cuatro de la tarde, cuando la inspiración es el aburrimiento y el café.

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